Me las prometía muy felices con Susy aquella noche. Ibamos por la primera botella de champaña, ella se había quitado los zapatos y yo la corbata. Entonces, sonó el teléfono. Con evidente fastidio me desprendí de ella, me acerqué a la mesita donde descansaba el aparato y descolgué el auricular. —¡Coburn al habla! —exclamé, frase habitual en mí cada vez que tomo el teléfono en la oficina. —¡Joe…!
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Me las prometía muy felices con Susy aquella noche. Ibamos por la primera botella de champaña, ella se había quitado los zapatos y yo la corbata. Entonces, sonó el teléfono. Con evidente fastidio me desprendí de ella, me acerqué a la mesita donde descansaba el aparato y descolgué el auricular. —¡Coburn al habla! —exclamé, frase habitual en mí cada vez que tomo el teléfono en la oficina. —¡Joe…!