En el bar de Simpson, el personal no hacía otra cosa que realizar comentarios sobre la nueva figura tenística del país: John McEnroe. El muchacho había ganado el Masters celebrado en el Madison Square Garden, tras haber dejado en la cuneta al flamante Jimmy Connors y derrotado en la final al morenito Arthur Ashe. Ya teníamos otro ídolo. La masa necesita de ídolos para seguir arrastrando el gusano por este perro mundo. A mí me importaba todo aquello un rábano. El suceso de aquel día, para mí, era otro muy distinto. «Crazy Old» había entrado quinto en la sexta del Aqueduct, y me había dejado con lo puesto. Posiblemente han leído muchos principios como éste, pero lo cierto es que los tipos como yo, cuando no hay trabajo y sólo queda la calderilla en el bolsillo de la chaqueta, va y tenemos la ocurrencia de echar el resto a la suerte.
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En el bar de Simpson, el personal no hacía otra cosa que realizar comentarios sobre la nueva figura tenística del país: John McEnroe. El muchacho había ganado el Masters celebrado en el Madison Square Garden, tras haber dejado en la cuneta al flamante Jimmy Connors y derrotado en la final al morenito Arthur Ashe. Ya teníamos otro ídolo. La masa necesita de ídolos para seguir arrastrando el gusano por este perro mundo. A mí me importaba todo aquello un rábano. El suceso de aquel día, para mí, era otro muy distinto. «Crazy Old» había entrado quinto en la sexta del Aqueduct, y me había dejado con lo puesto. Posiblemente han leído muchos principios como éste, pero lo cierto es que los tipos como yo, cuando no hay trabajo y sólo queda la calderilla en el bolsillo de la chaqueta, va y tenemos la ocurrencia de echar el resto a la suerte.