La primera voz vino de un jinete que entraba en la Main Street de Muldrow, montando en pelo a un caballo que marchaba al galope. —¡Vienen los yanquis! ¡Vienen los yanquis! Las mujeres salieron a los pórticos de las casas y los hombres cruzaron entre sí una mirada apesadumbrada. Algunos llevaron instintivamente la mano a la culata de sus pistolas y rechinaron los dientes. La guerra, sin embargo, había terminado unos días antes con la rendición de las fuerzas de Lee al general Grant y la llegada de tropas yanquis a Muldrow no significaba en modo alguno que fuera a producirse allí una sangrienta batalla. La Confederación y por consiguiente el gran Estado de Texas, estaban vencidos.
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La primera voz vino de un jinete que entraba en la Main Street de Muldrow, montando en pelo a un caballo que marchaba al galope. —¡Vienen los yanquis! ¡Vienen los yanquis! Las mujeres salieron a los pórticos de las casas y los hombres cruzaron entre sí una mirada apesadumbrada. Algunos llevaron instintivamente la mano a la culata de sus pistolas y rechinaron los dientes. La guerra, sin embargo, había terminado unos días antes con la rendición de las fuerzas de Lee al general Grant y la llegada de tropas yanquis a Muldrow no significaba en modo alguno que fuera a producirse allí una sangrienta batalla. La Confederación y por consiguiente el gran Estado de Texas, estaban vencidos.