Después de dos horas de incansable interrogatorio, la tensión pareció remitir hacia las ocho de la mañana, cuando la celadora Mac Tavish entró en la habitación, llevando media docena de tazas de café en una bandeja. La celadora, compadecida tal vez de Maud, le alargó una de las tazas. Uno de los policías le dio un cigarrillo y el capitán Stern llevó su amabilidad al extremo de ofrecerle fuego en su propio encendedor.
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Después de dos horas de incansable interrogatorio, la tensión pareció remitir hacia las ocho de la mañana, cuando la celadora Mac Tavish entró en la habitación, llevando media docena de tazas de café en una bandeja. La celadora, compadecida tal vez de Maud, le alargó una de las tazas. Uno de los policías le dio un cigarrillo y el capitán Stern llevó su amabilidad al extremo de ofrecerle fuego en su propio encendedor.