PRESCOTT retuvo entre sus dedos, temblorosos por la impresión recibida, el extremo de la sábana que cubría la causa de su emoción. Resultaba imposible contemplar aquella visión de horror sin sentir una espantosa opresión en el estómago y una sequedad intolerable en la garganta. Finalmente, y venciendo la morbosa atracción que sobre él ejercía aquel rostro, o, por mejor decir, lo que de aquel rostro quedaba, dejó que la sucia tela que cubría el cadáver ocultara piadosamente los despojos mortales del que en vida llevó por nombre el de Fredy Discoll.
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PRESCOTT retuvo entre sus dedos, temblorosos por la impresión recibida, el extremo de la sábana que cubría la causa de su emoción. Resultaba imposible contemplar aquella visión de horror sin sentir una espantosa opresión en el estómago y una sequedad intolerable en la garganta. Finalmente, y venciendo la morbosa atracción que sobre él ejercía aquel rostro, o, por mejor decir, lo que de aquel rostro quedaba, dejó que la sucia tela que cubría el cadáver ocultara piadosamente los despojos mortales del que en vida llevó por nombre el de Fredy Discoll.