Los cuatro escaparates de la representación y venta de los coches «Alfa», en Buenos Aires, mostraban cuatro modelos lujosos, último tipo. Al interior, el gerente de ventas, examinaba con esperanza al elegante individuo que recién apeado de un «taxi», estaba contemplando despaciosamente, uno a uno, los coches exhibidos. La venta andaba mal: había crisis, y una gran competencia de marcas rivales. El gerente salió presuroso al encuentro del que acababa de entrar, y que en español, matizado de peculiar acento yanqui, preguntó: —¿Aquel modelo, cuánto vale?
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Los cuatro escaparates de la representación y venta de los coches «Alfa», en Buenos Aires, mostraban cuatro modelos lujosos, último tipo. Al interior, el gerente de ventas, examinaba con esperanza al elegante individuo que recién apeado de un «taxi», estaba contemplando despaciosamente, uno a uno, los coches exhibidos. La venta andaba mal: había crisis, y una gran competencia de marcas rivales. El gerente salió presuroso al encuentro del que acababa de entrar, y que en español, matizado de peculiar acento yanqui, preguntó: —¿Aquel modelo, cuánto vale?