Archer Holigan disfrutaba de la mañana abrileña. El sol brillaba cálidamente por vez primera desde octubre. Había llegado la primavera. Acarició a un elefantito en la cabeza, y ondeó la mano hacia un oso polar. El olor del cambio de estación estaba en el aire y en el parque Zoológico de Londres. Un camello, con su grotesco caminar, giraba la esquina de la casa de los reptiles. Llevaba entre sus gibas a una mujer. El camello era una fea criatura, con cara de mal genio. La mujer era una deliciosa criatura, plena de femineidad, con cara sonrosada y radiante. Con su abrigo blanco y su capucha de nutría, resultaba tan tentadora como un pastelillo de nata. Evelyn Brent era su auxiliar especial desde hacía meses. Una auxiliar formidable. Llamó Holigan: —¡Evelyn! No vinimos a pasarlo bien, sino a trabajar.
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Archer Holigan disfrutaba de la mañana abrileña. El sol brillaba cálidamente por vez primera desde octubre. Había llegado la primavera. Acarició a un elefantito en la cabeza, y ondeó la mano hacia un oso polar. El olor del cambio de estación estaba en el aire y en el parque Zoológico de Londres. Un camello, con su grotesco caminar, giraba la esquina de la casa de los reptiles. Llevaba entre sus gibas a una mujer. El camello era una fea criatura, con cara de mal genio. La mujer era una deliciosa criatura, plena de femineidad, con cara sonrosada y radiante. Con su abrigo blanco y su capucha de nutría, resultaba tan tentadora como un pastelillo de nata. Evelyn Brent era su auxiliar especial desde hacía meses. Una auxiliar formidable. Llamó Holigan: —¡Evelyn! No vinimos a pasarlo bien, sino a trabajar.