En el año 1930, en los Estados Unidos se presentaban numerosas ocasiones de vivir sin trabajar a individuos como Ray Moran. Ray Moran era inteligente, y por esta razón no se arriesgaba en actos que pudieran suponer un trágico y rápido desenlace. Era vagabundo por naturaleza, y en cualquier Estado hallaba satisfacción a sus dos aficiones favoritas: el juego y las carreras de automóviles. Muy experto conductor, de nervios de acero, hubiera podido destacarse en cualquier «cuadra» de corredores, si su temperamento se hubiese adaptado a un horario de entrenamiento y a una disciplina.
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En el año 1930, en los Estados Unidos se presentaban numerosas ocasiones de vivir sin trabajar a individuos como Ray Moran. Ray Moran era inteligente, y por esta razón no se arriesgaba en actos que pudieran suponer un trágico y rápido desenlace. Era vagabundo por naturaleza, y en cualquier Estado hallaba satisfacción a sus dos aficiones favoritas: el juego y las carreras de automóviles. Muy experto conductor, de nervios de acero, hubiera podido destacarse en cualquier «cuadra» de corredores, si su temperamento se hubiese adaptado a un horario de entrenamiento y a una disciplina.