Claudia Grevil presionó el “claxon” unas diez veces antes de resignarse a bajar del “Simca”. El despacho del surtidor de gasolina estaba cerca, pero llovía torrencialmente, con mayor aparatosidad en aquel solitario cruce de carreteras. Las tinieblas rodeaban como un mar boscoso aquel islote de luz que era la estación de gasolina a las dos de la madrugada.
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Claudia Grevil presionó el “claxon” unas diez veces antes de resignarse a bajar del “Simca”. El despacho del surtidor de gasolina estaba cerca, pero llovía torrencialmente, con mayor aparatosidad en aquel solitario cruce de carreteras. Las tinieblas rodeaban como un mar boscoso aquel islote de luz que era la estación de gasolina a las dos de la madrugada.