PARECÍAN flechas disparadas al cielo. Los tres aviones con motores de reacción se remontaron en el aire, y juntos, tanto que parecían que iban a chocar en cualquier momento, volaron a gran altura, desgarrando con sus alas en flecha las grises nubes del firmamento, en tierras de Checoslovaquia. Kasotek vigiló atentamente el cuadro de mandos de su aparato y comprobó que todo iba a la perfección. El nivel del aceite, el cuentarrevoluciones, la gasolina, la brújula, el oxígeno, etc., etc. Todo fue verificado con rapidez y Kasotek suspiró, satisfecho, antes de recomenzar de nuevo a vigilar los indicadores de vuelo que ocupaban el salpicadero.
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PARECÍAN flechas disparadas al cielo. Los tres aviones con motores de reacción se remontaron en el aire, y juntos, tanto que parecían que iban a chocar en cualquier momento, volaron a gran altura, desgarrando con sus alas en flecha las grises nubes del firmamento, en tierras de Checoslovaquia. Kasotek vigiló atentamente el cuadro de mandos de su aparato y comprobó que todo iba a la perfección. El nivel del aceite, el cuentarrevoluciones, la gasolina, la brújula, el oxígeno, etc., etc. Todo fue verificado con rapidez y Kasotek suspiró, satisfecho, antes de recomenzar de nuevo a vigilar los indicadores de vuelo que ocupaban el salpicadero.