La más grande y famosa playa de Nueva York se convierte en un hormiguero humano, mientras arde el día. Por la noche, Coney Island crepita con el estallido ruidoso de sus múltiples atracciones. La brisa marina nocturna disipa entonces el dominante olor de los «hot-dogs», y los toboganes, montañas rusas, norias gigantes, «crazy-houses» son invadidos por la muchedumbre veraniega.
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La más grande y famosa playa de Nueva York se convierte en un hormiguero humano, mientras arde el día. Por la noche, Coney Island crepita con el estallido ruidoso de sus múltiples atracciones. La brisa marina nocturna disipa entonces el dominante olor de los «hot-dogs», y los toboganes, montañas rusas, norias gigantes, «crazy-houses» son invadidos por la muchedumbre veraniega.