Iba a ser un día triste, claro que cuando me senté en la cama y miré mis pies desnudos todavía no lo sabía. Me había duchado a las cuatro de la madrugada, de modo que sólo cepillé mis dientes y pasé un peine desganado por mis cabellos. Me acerqué a la ventana y corrí las pesadas cortinas anticipándome al día nublado y húmedo que presagiaba la noche anterior. Pero me equivoqué. Era una radiante mañana de sol.
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Iba a ser un día triste, claro que cuando me senté en la cama y miré mis pies desnudos todavía no lo sabía. Me había duchado a las cuatro de la madrugada, de modo que sólo cepillé mis dientes y pasé un peine desganado por mis cabellos. Me acerqué a la ventana y corrí las pesadas cortinas anticipándome al día nublado y húmedo que presagiaba la noche anterior. Pero me equivoqué. Era una radiante mañana de sol.