NADA más levantarse, todavía en pijama, se acercó al balcón y lo abrió por completo. Echó una ojeada a la bahía. El mar, de un intenso azul, parecía un espejo. La temperatura era agradable en extremo y la brisa marina llegaba hasta él, aquella deliciosa mañana. El Mediterráneo se prolongaba hasta el horizonte, recibiendo los rayos del sol que ponían trazados de oro sobre sus aguas. La ciudad se extendía desde el hotel hasta la misma orilla del mar. Era un conjunto de chalets a cuál más artístico y bello.
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NADA más levantarse, todavía en pijama, se acercó al balcón y lo abrió por completo. Echó una ojeada a la bahía. El mar, de un intenso azul, parecía un espejo. La temperatura era agradable en extremo y la brisa marina llegaba hasta él, aquella deliciosa mañana. El Mediterráneo se prolongaba hasta el horizonte, recibiendo los rayos del sol que ponían trazados de oro sobre sus aguas. La ciudad se extendía desde el hotel hasta la misma orilla del mar. Era un conjunto de chalets a cuál más artístico y bello.