Cuando a Hans Larmon le comunicaron que había heredado la casa que desde hacía tres meses habitaba en Córdoba de la Argentina, no se alegró tanto como con la carta que acababa de recibir. —Escucha, Andrés —se dirigió al criado que le había entrado la correspondencia—. Esta tarde llega el hermano de mí prometida con su esposa. Prepáralo todo para recibirlos como se merecen. Yo me voy a hacer unos encargos y ya no regresaré hasta que venga con ellos. Conque di a Carlos que prepare el coche. Minutos después, Larmon ordenaba a su chofer: —A la estación, Carlos.
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Cuando a Hans Larmon le comunicaron que había heredado la casa que desde hacía tres meses habitaba en Córdoba de la Argentina, no se alegró tanto como con la carta que acababa de recibir. —Escucha, Andrés —se dirigió al criado que le había entrado la correspondencia—. Esta tarde llega el hermano de mí prometida con su esposa. Prepáralo todo para recibirlos como se merecen. Yo me voy a hacer unos encargos y ya no regresaré hasta que venga con ellos. Conque di a Carlos que prepare el coche. Minutos después, Larmon ordenaba a su chofer: —A la estación, Carlos.