Fue Tom Woolyer quien lo encontró. Como todas las mañanas iba tranquilamente a su trabajo, cruzando el río, estrecho y poco profundo, por el viejo puente. Ese día, algo le llamó la atención. A unos diez metros de él, flotaba el cuerpo de un hombre, boca abajo. Tom Woolyer pensó que lo mejor era traer a tierra “aquello”. No era fácil. Un metro de agua y el fondo cenagoso hacía incómoda la labor.
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Fue Tom Woolyer quien lo encontró. Como todas las mañanas iba tranquilamente a su trabajo, cruzando el río, estrecho y poco profundo, por el viejo puente. Ese día, algo le llamó la atención. A unos diez metros de él, flotaba el cuerpo de un hombre, boca abajo. Tom Woolyer pensó que lo mejor era traer a tierra “aquello”. No era fácil. Un metro de agua y el fondo cenagoso hacía incómoda la labor.