El viaje había sido largo, y no puede decirse que fuera extenuante porque para nosotros el cansancio no existe, al menos en la forma en que los hombres lo interpretan. Pero también las máquinas se cansan a su manera.
Largos milenios de azaroso errar por la inmensidad del Universo infinito habían sometido a nuestra cosmonave a un desgaste que rozaba los límites de la extenuación. Las reservas de uranio que alimentan las pilas atómicas, las que produciendo electricidad son a modo de nuestro sustento y la fuerza que nos permite impulsar y dirigir nuestra cosmonave, estaban tocando a su fin.
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El viaje había sido largo, y no puede decirse que fuera extenuante porque para nosotros el cansancio no existe, al menos en la forma en que los hombres lo interpretan. Pero también las máquinas se cansan a su manera. Largos milenios de azaroso errar por la inmensidad del Universo infinito habían sometido a nuestra cosmonave a un desgaste que rozaba los límites de la extenuación. Las reservas de uranio que alimentan las pilas atómicas, las que produciendo electricidad son a modo de nuestro sustento y la fuerza que nos permite impulsar y dirigir nuestra cosmonave, estaban tocando a su fin.