Hans Dieter bebió lentamente su cerveza, y lanzó un suspiro de satisfacción. Aquel había sido un mes duro para Los Basureros del Espacio. Las misiones para recoger residuos nucleares en diversos planetas y satélites, y transportarlos fuera del Sistema Solar, no les habían dado respiro. Ahora disfrutaban de su último día de descanso en Planetópolis. Y, como de costumbre, el comandante Dick Drinkwell había invitado a su tripulación a coger una buena trompa, como despedida de la vieja Tierra. Y ciertamente, Dick estaba ya para el arrastre, recostado sobre el mullido y delicioso pecho de Marisa. Yokio, por su parte, solo había bebido zumo de pomelo, y sus ojillos rasgados vagaban filosóficamente contemplando el espeso ambiente de aquel bar del Barrio Chino de Planetópolis, la inmensa, ajetreada y viciosa capital de la Confederación Planetaria.
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Hans Dieter bebió lentamente su cerveza, y lanzó un suspiro de satisfacción. Aquel había sido un mes duro para Los Basureros del Espacio. Las misiones para recoger residuos nucleares en diversos planetas y satélites, y transportarlos fuera del Sistema Solar, no les habían dado respiro. Ahora disfrutaban de su último día de descanso en Planetópolis. Y, como de costumbre, el comandante Dick Drinkwell había invitado a su tripulación a coger una buena trompa, como despedida de la vieja Tierra. Y ciertamente, Dick estaba ya para el arrastre, recostado sobre el mullido y delicioso pecho de Marisa. Yokio, por su parte, solo había bebido zumo de pomelo, y sus ojillos rasgados vagaban filosóficamente contemplando el espeso ambiente de aquel bar del Barrio Chino de Planetópolis, la inmensa, ajetreada y viciosa capital de la Confederación Planetaria.