El paisaje, en la noche tropical, era maravilloso. Los gigantescos árboles caucheros, los bananos y las palmeras se alzaban al cielo rompiendo con sus verdes hojas los rayos de luna. El silencio, turbado únicamente por el leve murmullo de las aguas del río Kalani, tenía algo majestuoso, a tono con el alma sencilla y bárbara de los veddas, primitivos habitantes de Ceylan, la hermosa isla del Océano Indico.
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El paisaje, en la noche tropical, era maravilloso. Los gigantescos árboles caucheros, los bananos y las palmeras se alzaban al cielo rompiendo con sus verdes hojas los rayos de luna. El silencio, turbado únicamente por el leve murmullo de las aguas del río Kalani, tenía algo majestuoso, a tono con el alma sencilla y bárbara de los veddas, primitivos habitantes de Ceylan, la hermosa isla del Océano Indico.