La porra de goma cayó sobre la nuca del hombre con increíble fuerza. Fue un golpe capaz de derribar a un toro, pero con gran sorpresa de los atacantes, no surtió efecto. El coronel Michael Carter se tambaleó, sin caer, mientras retrocedía, sintiéndose dominado por una extraña turbación, y de cara a sus enemigos, dos sujetos de aspecto patibulario que surgieron de forma imprevista a su espalda, a la altura del Golden Gate, comprendió que necesitaba ganar unos minutos para que su cerebro se despejara de las tinieblas que le envolvían.
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La porra de goma cayó sobre la nuca del hombre con increíble fuerza. Fue un golpe capaz de derribar a un toro, pero con gran sorpresa de los atacantes, no surtió efecto. El coronel Michael Carter se tambaleó, sin caer, mientras retrocedía, sintiéndose dominado por una extraña turbación, y de cara a sus enemigos, dos sujetos de aspecto patibulario que surgieron de forma imprevista a su espalda, a la altura del Golden Gate, comprendió que necesitaba ganar unos minutos para que su cerebro se despejara de las tinieblas que le envolvían.