Perry Sullivan frunció el ceño al oír tales palabras. El general Speifer no era partidario de desorbitar los problemas. En pie, en posición de firme, interrogó a su jefe con la mirada, sin pronunciar palabra.En el despacho del segundo jefe del Estado Mayor de la capital de la Unión reinó el silencio, un silencio denso roto sólo por el tintineo de las espuelas de Speifer, que paseaba despacio, en actitud meditativa.
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Perry Sullivan frunció el ceño al oír tales palabras. El general Speifer no era partidario de desorbitar los problemas. En pie, en posición de firme, interrogó a su jefe con la mirada, sin pronunciar palabra.En el despacho del segundo jefe del Estado Mayor de la capital de la Unión reinó el silencio, un silencio denso roto sólo por el tintineo de las espuelas de Speifer, que paseaba despacio, en actitud meditativa.