A la derecha de la casa se iniciaba el Cañón Chaco, que conducía directamente a la reserva de los indios «pueblo». A la izquierda, y por el frente, estaba la zona desértica de San Juan, en la que se alzaban montículos de piedra rojiza y altos cactos «sotol». No había caminos ni pistas; algunas rodadas se perdían en cualquiera dirección. La casa era baja y larga. A un lado, un gran corral. Frente a la casa, un porche, de cuyo tejadillo colgaban esteras de alegres colores. En el suelo, cacharros de barro cocido. Sobre la puerta, muy bien cerrada, un letrero: «Mateo Villard, Agencia India». El interior era una mezcla de almacén y taberna. Un tosco mostrador, estanterías con ropas baratas, algunos utensilios, carabinas, que habían pasado por muchas manos desde los lejanos tiempos de su fabricación, en alguna armería de Kentucky.
Description:
A la derecha de la casa se iniciaba el Cañón Chaco, que conducía directamente a la reserva de los indios «pueblo». A la izquierda, y por el frente, estaba la zona desértica de San Juan, en la que se alzaban montículos de piedra rojiza y altos cactos «sotol». No había caminos ni pistas; algunas rodadas se perdían en cualquiera dirección. La casa era baja y larga. A un lado, un gran corral. Frente a la casa, un porche, de cuyo tejadillo colgaban esteras de alegres colores. En el suelo, cacharros de barro cocido. Sobre la puerta, muy bien cerrada, un letrero: «Mateo Villard, Agencia India». El interior era una mezcla de almacén y taberna. Un tosco mostrador, estanterías con ropas baratas, algunos utensilios, carabinas, que habían pasado por muchas manos desde los lejanos tiempos de su fabricación, en alguna armería de Kentucky.