La bellísima Sylvia Murphy entornó sus grandes ojos garzos, iluminados por el sol, y pareció encerrar en ellos todos los matices del mar. Apoyó sus brazos desnudos sobre la barandilla y su soberbia escultura, al inclinarse, quedó perfectamente revelada por el liviano vestido. Parecía no darse cuenta de que, a pesar de lo que ocurría, ella seguía siendo el punto de atracción de cuantos había en cubierta. La mayor parte de los pasajeros iban con sus esposas e hijas, y esa era la barrera que les impedía acercársele. Pero Sylvia se sentía en todo momento asaeteada por las miradas codiciosas de ellos; por las envenenadas miradas de ellas...
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La bellísima Sylvia Murphy entornó sus grandes ojos garzos, iluminados por el sol, y pareció encerrar en ellos todos los matices del mar. Apoyó sus brazos desnudos sobre la barandilla y su soberbia escultura, al inclinarse, quedó perfectamente revelada por el liviano vestido. Parecía no darse cuenta de que, a pesar de lo que ocurría, ella seguía siendo el punto de atracción de cuantos había en cubierta. La mayor parte de los pasajeros iban con sus esposas e hijas, y esa era la barrera que les impedía acercársele. Pero Sylvia se sentía en todo momento asaeteada por las miradas codiciosas de ellos; por las envenenadas miradas de ellas...