Sólo en casos muy extremados el sheriff Dwan se atrevía a preguntar a un forastero quién era y de dónde venía. Tenía muy en cuenta la tácita cortesía del Oeste en la que ciertas preguntas, además de ser imprudentes, resultaban una insolencia peligrosa. El desconocido que se inmergía en la pradera podía tener muy buenos motivos para querer silenciar lo que le hizo dejar su tierra natal, o la manera conque había conseguido su caballo. Lo que al sheriff le interesaba era si el forastero tenía que quedarse en la comarca. En caso afirmativo, los medios conque contaba. En las respuestas no cabían trampas.
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Sólo en casos muy extremados el sheriff Dwan se atrevía a preguntar a un forastero quién era y de dónde venía. Tenía muy en cuenta la tácita cortesía del Oeste en la que ciertas preguntas, además de ser imprudentes, resultaban una insolencia peligrosa. El desconocido que se inmergía en la pradera podía tener muy buenos motivos para querer silenciar lo que le hizo dejar su tierra natal, o la manera conque había conseguido su caballo. Lo que al sheriff le interesaba era si el forastero tenía que quedarse en la comarca. En caso afirmativo, los medios conque contaba. En las respuestas no cabían trampas.