El Colegio Weston estaba quieto y callado porque el reloj de la torre había tocado silencio y tan solo algunos de los alumnos mayores permanecían levantados en sus salas de estudio, según se suponía, trabajando. Las ventanas del salón de profesores se veían iluminadas y en el ala de los criados se advertía cierta actividad, pero la escena ofrecía un aspecto extrañamente apacible tras el alboroto diario de más de trescientos muchachos.
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El Colegio Weston estaba quieto y callado porque el reloj de la torre había tocado silencio y tan solo algunos de los alumnos mayores permanecían levantados en sus salas de estudio, según se suponía, trabajando. Las ventanas del salón de profesores se veían iluminadas y en el ala de los criados se advertía cierta actividad, pero la escena ofrecía un aspecto extrañamente apacible tras el alboroto diario de más de trescientos muchachos.