El muchacho siguió limpiando el local, mientras Carruthers se encaminaba a la cocina, donde brotaba ya el apetitoso olor del cordero asado, el pastel de frambuesas y los huevos con tocino, manjares todos ellos que rara vez había llegado a probar el jovenzuelo en los largos años que, desde la muerte de su padre, llevaba trabajando en tan miserables condiciones para el tacaño y exigente Lou Carruthers, propietario del saloon El Alegre Vaquero, mezcla de casa de juego, lupanar, restaurante y cantina, muy concurrido habitualmente en la ganadera ciudad de Abilene.
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El muchacho siguió limpiando el local, mientras Carruthers se encaminaba a la cocina, donde brotaba ya el apetitoso olor del cordero asado, el pastel de frambuesas y los huevos con tocino, manjares todos ellos que rara vez había llegado a probar el jovenzuelo en los largos años que, desde la muerte de su padre, llevaba trabajando en tan miserables condiciones para el tacaño y exigente Lou Carruthers, propietario del saloon El Alegre Vaquero, mezcla de casa de juego, lupanar, restaurante y cantina, muy concurrido habitualmente en la ganadera ciudad de Abilene.