En el saloon se hizo un profundo silencio. Ocurría igual siempre que ella iba a salir. No importaba que estuviera lleno, y que habitualmente la clientela fuese ruidosa. Todo eso cambiaba cuando el pianista atacaba los primeros acordes del llamado Tema de Belle. Era una musiquita pegadiza que todos sabían tararear en Amarillo. Y en ese momento se hacía el silencio. Siempre ocurría lo mismo. No fallaba ni una sola noche.
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En el saloon se hizo un profundo silencio. Ocurría igual siempre que ella iba a salir. No importaba que estuviera lleno, y que habitualmente la clientela fuese ruidosa. Todo eso cambiaba cuando el pianista atacaba los primeros acordes del llamado Tema de Belle. Era una musiquita pegadiza que todos sabían tararear en Amarillo. Y en ese momento se hacía el silencio. Siempre ocurría lo mismo. No fallaba ni una sola noche.