El hombre grande entró en Cotulla cuando el resplandor del sol poniente, sobre las montañas, creaba una aureola roja como la sangre. Era un hombre de estatura colosal, con hombros anchos como un piano, y montaba un garañón negro de aspecto tan poderoso como él mismo. Un caballo que parecía haber sido hecho a su medida, recio y poderoso. Los ojos del caballo tenían una expresión salvaje, aunque quizá no tanto como la del propio jinete.
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El hombre grande entró en Cotulla cuando el resplandor del sol poniente, sobre las montañas, creaba una aureola roja como la sangre. Era un hombre de estatura colosal, con hombros anchos como un piano, y montaba un garañón negro de aspecto tan poderoso como él mismo. Un caballo que parecía haber sido hecho a su medida, recio y poderoso. Los ojos del caballo tenían una expresión salvaje, aunque quizá no tanto como la del propio jinete.