La pequeña población al sudoeste del curso del río Pecos mostraba su apacible aspecto matinal, poco en consonancia con sus ruidosas noches, cuando los vaqueros dejaban su tarea en los ranchos, especialmente los sábados, para divertirse en las cantinas del lugar lo más estruendosamente posible. Nadie hubiera dicho, viéndole tendida perezosamente al sol de la mañana sobre el terreno llano y fértil, que era posible verle convertida de noche en un auténtico infierno de tiroteos, gritos, risas, canciones y bullicio.
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La pequeña población al sudoeste del curso del río Pecos mostraba su apacible aspecto matinal, poco en consonancia con sus ruidosas noches, cuando los vaqueros dejaban su tarea en los ranchos, especialmente los sábados, para divertirse en las cantinas del lugar lo más estruendosamente posible. Nadie hubiera dicho, viéndole tendida perezosamente al sol de la mañana sobre el terreno llano y fértil, que era posible verle convertida de noche en un auténtico infierno de tiroteos, gritos, risas, canciones y bullicio.