LLEVABA muchas horas esperando en el hotel. Y el hombro le dolía. No lo suficiente desde luego para impedirle acudir aquella noche a la cita con las planchas que valían cien mil dólares. Eran suyas, él las había creado. Y estarían en su poder nuevamente en cuanto cayera la noche.
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LLEVABA muchas horas esperando en el hotel. Y el hombro le dolía. No lo suficiente desde luego para impedirle acudir aquella noche a la cita con las planchas que valían cien mil dólares. Eran suyas, él las había creado. Y estarían en su poder nuevamente en cuanto cayera la noche.