MARGARET Astor, inclinada ávidamente sobre el lecho de la moribunda Ana Wober, escuchaba, con infinito y doloroso asombro, las apagadas y entrecortadas revelaciones de ésta. De todos los sucesos raros que le habían sucedido en su dinámica existencia, ninguno tan extraño y tan íntimamente cruel como el que ahora vivía. Por un fenómeno inexplicable de la naturaleza, su cerebro parecía, dividido en aquellos momentos, en dos, completamente antagónicos.
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MARGARET Astor, inclinada ávidamente sobre el lecho de la moribunda Ana Wober, escuchaba, con infinito y doloroso asombro, las apagadas y entrecortadas revelaciones de ésta. De todos los sucesos raros que le habían sucedido en su dinámica existencia, ninguno tan extraño y tan íntimamente cruel como el que ahora vivía. Por un fenómeno inexplicable de la naturaleza, su cerebro parecía, dividido en aquellos momentos, en dos, completamente antagónicos.