Míster Benson, director de la cárcel de Pentoville, después de leer estupefacto la carta que tenía delante se quitó los lentes, los limpió con sumo cuidado, se restregó los ojos por si un fenómeno visual se los había empañado, se rascó la cabeza con aire perplejo y terminó por tirarse suavemente de su blanca barbita «tic» nervioso, muy propio en él cuando se encontraba ante un conflicto.
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Míster Benson, director de la cárcel de Pentoville, después de leer estupefacto la carta que tenía delante se quitó los lentes, los limpió con sumo cuidado, se restregó los ojos por si un fenómeno visual se los había empañado, se rascó la cabeza con aire perplejo y terminó por tirarse suavemente de su blanca barbita «tic» nervioso, muy propio en él cuando se encontraba ante un conflicto.