Cuando la muchacha de rostro angelical penetró en el Banco, todos la miraron sonrientes. Se percibía a la legua, por su porte distinguido, que era una señorita de posición acomodada. En el Banco había poca gente. Únicamente tres clientes. Ella se colocó la última en la fila.
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Cuando la muchacha de rostro angelical penetró en el Banco, todos la miraron sonrientes. Se percibía a la legua, por su porte distinguido, que era una señorita de posición acomodada. En el Banco había poca gente. Únicamente tres clientes. Ella se colocó la última en la fila.