El juez carraspeó. Estaba acostumbrado a que los que iban a casarse ante él se dirigieran miradas lánguidas y se apretaran las manos furtivamente, pero no a que empezaran a hablar y decirse ternezas. Aquello iba contra la seriedad de que debía estar revestido un acto semejante. Era... ¿cómo decirlo? Era poco protocolario.
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El juez carraspeó. Estaba acostumbrado a que los que iban a casarse ante él se dirigieran miradas lánguidas y se apretaran las manos furtivamente, pero no a que empezaran a hablar y decirse ternezas. Aquello iba contra la seriedad de que debía estar revestido un acto semejante. Era... ¿cómo decirlo? Era poco protocolario.