Aquel extraño ser creyó que era atacado y lógicamente obró como debía hacerlo: extendiendo su garra izquierda, al mismo tiempo que lanzaba un rugido chirriante, que puso pavor en los ánimos de todos cuantos le escuchamos, y luego, abriendo aquella tenaza, que tendría muy bien un holgado metro de longitud, la cerró.
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Aquel extraño ser creyó que era atacado y lógicamente obró como debía hacerlo: extendiendo su garra izquierda, al mismo tiempo que lanzaba un rugido chirriante, que puso pavor en los ánimos de todos cuantos le escuchamos, y luego, abriendo aquella tenaza, que tendría muy bien un holgado metro de longitud, la cerró.