Ivy Parkington, la dueña del Cow-Boy Saloon, recorría con la mirada a los clientes, más numerosos que nunca. Estaba satisfecha. Habla montado su bar en una ciudad que progresaba rápidamente. Había imaginado que las minas y los numerosos ranchos que había en las proximidades darían un buen contingente de asiduos clientes. Y no se equivocó. Desde la atalaya de su mostrador presenciaba la entrada de nuevos clientes.
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Ivy Parkington, la dueña del Cow-Boy Saloon, recorría con la mirada a los clientes, más numerosos que nunca. Estaba satisfecha. Habla montado su bar en una ciudad que progresaba rápidamente. Había imaginado que las minas y los numerosos ranchos que había en las proximidades darían un buen contingente de asiduos clientes. Y no se equivocó. Desde la atalaya de su mostrador presenciaba la entrada de nuevos clientes.