Kenneth Landis, propietario del único «saloon» de Ozona, pequeña población texana, miró con asombro a su interlocutor, acabando por reír a grandes carcajadas. El viejo ayudante del sheriff, molesto por aquella hilaridad, pronunció un sinfín de improperios ininteligibles, dedicados todos ellos a Kenneth Landis. Por su parte Kenneth, preocupándose tan solo de sujetar su abultado abdomen con ambas manos, que se movía al ritmo que sus carcajadas le imponían, no prestaba la menor atención a las palabras soeces del viejo ayudante. Al dejar de reír, Kenneth se limpió con un pañuelo las lágrimas que inundaban sus ojos, diciendo:
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Kenneth Landis, propietario del único «saloon» de Ozona, pequeña población texana, miró con asombro a su interlocutor, acabando por reír a grandes carcajadas. El viejo ayudante del sheriff, molesto por aquella hilaridad, pronunció un sinfín de improperios ininteligibles, dedicados todos ellos a Kenneth Landis. Por su parte Kenneth, preocupándose tan solo de sujetar su abultado abdomen con ambas manos, que se movía al ritmo que sus carcajadas le imponían, no prestaba la menor atención a las palabras soeces del viejo ayudante. Al dejar de reír, Kenneth se limpió con un pañuelo las lágrimas que inundaban sus ojos, diciendo: